“Lo único constante es el cambio”. Este es un consejo de un profesor que me viene acompañando por más de 25 años; y es un mantra que me ha ayudado a enfrentar y disfrutar cada etapa de mi vida.
En los últimos cuatro años, el cambio se ha convertido en una necesidad de vida. En el 2018, inicié mi ruta hacia un estilo de vida sostenible, empático y responsable, amando cada ecosistema e incorporando al planeta, la Madre Tierra, como parte de mi hogar, de los míos. Ahora, para mí, este planeta es un ser vivo a quién cuidar.
Este cambio no fue inmediato, sigo en mi proceso, pero ha dejado de ser una excusa y se ha convertirdo en acción. El cambio es la fuente de inspiración y energía para seguir dando lo mejor de mí. Y con una mezcla de sentimientos, voy aportando y reaprendiendo desde mi trinchera. Se trata de un camino retador, sinuoso y plácido a la vez.
Cómo empezó todo
Inicié mi ruta sostenible cuando tomé conciencia que el sistema no estaba funcionando. Me di cuenta que existía un movimiento que poco a poco evidenciaba la necesidad de sanar y cuidar al planeta, porque de seguir con esa rutina, esos hábitos, nuestro futuro era incierto. Debo reconocer que cuando entendí lo que está pasando, entre en pánico y ansiedad (sentimientos que siguen acompañándome de manera constante). Ante ello, mi hijo, Sebastian, es el motor y motivo para accionar con optimismo y determinación, porque quiero brindarle el futuro que él y todos los niños merecen.
El primer paso en mi transición fue conversar con mi núcleo, mi esposo e hijos, hacerlos partícipes del cambio y las pequeñas acciones que debíamos implementar. Había mucho por aprender y reaprender, hábitos que adoptar y otros que dejar. Sobre todo, había mucho por reflexionar, además de los clásicos y muy necesarios rediseñar, reparar, recuperar, rechazar, reducir, reutilizar y reciclar.
Por dónde empezar: abandonar la cultura del descarte
Lo que se debe cambiar son los hábitos de consumo, la manera cómo usamos los finitos recursos del planeta para el bien colectivo. La frase “el enemigo es el plástico” no encaja cuando somos nosotros fieles a la cultura del descarte (uso y boto). El plástico debería ser un recurso limitado a productos de larga vida dadas sus cualidades de durabilidad, resistencia y producción a bajo costo.
Al iniciar el cambio, realicé un mapeo de lo que consumimos en casa (alimentos, ropa, utensilios de cuidado personal y del hogar, facilities, entretenimiento y servicios), entendí su impacto y me cuestioné si era necesario conservarlos y seguir consumiéndolos.
Luego de listarlas, vi que eran muchas acciones por hacer, algunas fáciles y otras, difíciles; las clasifiqué en una matriz importante-urgente y me di cuenta de que si quería tener el súper plan y hacer el análisis al detalle, iba de frente a la parálisis para luego terminar en el fracaso.
Entonces, decidí centrarme en el manejo de residuos en casa. Bajo el lema “la basura no es basura hasta que la botes”, implementé la segregación de residuos en 4 grupos:
- Orgánicos
- Inorgánicos reciclables
- Inorgánicos no reciclables
- Basura
Comencé a compostar los orgánicos, a limpiar y clasificar los materiales reciclables, como cartón, plásticos, vidrio y latas. Y todo lo que no se puede reciclar iba al ecoladrillo bien limpio y seco. Al primer mes, mi tabla de control indicaba que 3 personas en casa habíamos botado como basura solo 5 kilos (cuando en promedio un peruano genera 0.7 kilos por día), y el número se mantuvo constante en el tiempo, aun con la pandemia y los cambios que adoptamos.
Algunos consejos de una mujer explástica
Utilizar envases y empaques reutilizables, comprar a granel, lo que es de temporada y de manera local, tener una alimentación basada en vegetales, controlar el consumo de luz y agua y comprar lo necesario, han hecho posible el cambio del que hablo. En casa nos sentimos muy contentos y tranquilos como familia, nos toma tiempo, nos vamos acostumbrando, nos falta mucho, somos imperfectos, pero valoramos cada logro obtenido.
Si quieres comenzar con tu cambio, te recomiendo no ser tan analítica como yo (¡llegué a tener mi tablero de acción y KPI’s!): trázate un reto a la vez. Se responsable de los residuos que generas y descarta la costumbre de que una vez que saques la basura de tu casa, esta ya no es tu problema. La segregación de residuos es el inicio de tu cambio.
El planeta es nuestro hogar, no el basurero de todos. Cada logro debe llevarte a la sensación que la belleza está en lo simple, en la naturaleza, en cada ecosistema. ¡Inténtalo, no tienes pierde! Te lo dice una mujer que a sus cuarenta y tantos pasó de plástica a sostenible.